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El VIH impacta desproporcionadamente a segmentos de la comunidad LGBTQ+.
El VIH continúa siendo una de las más graves crisis de salud pública tanto en los Estados Unidos como en el mundo. Si bien los avances científicos han facilitado la prevención y tratamiento del virus, no hay una vacuna o cura y miles de personas siguen contrayendo VIH cada año.
Los fondos insuficientes para los programas de salud pública, la oposición ideológica de políticas preventivas que tengan sentido y las barreras sociales como el estigma y la discriminación han hecho especialmente difícil acabar con la epidemia.
HRC y la Fundación HRC están comprometidos a trabajar con nuestros amigos, socios, miembros y partidarios para acabar con ambas, la epidemia de VIH y la epidemia de estigma relacionado con el virus.
De acuerdo con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), hay 1.2 millones de personas viviendo con VIH en EE.UU. y aproximadamente 40,000 personas fueron diagnosticadas con el virus en 2015. Mientras que el número de nuevos diagnósticos disminuyó a un 19% entre 2005 y 2014, el progreso ha sido desigual. Por ejemplo, hombres gais o bisexuales constituían el 2% de la población estadounidense en 2013, pero conformaron el 55% de todas las personas viviendo con VIH en el país. Si la tasa de diagnósticos continúa, uno de cada 6 hombres bisexuales será diagnosticado con el virus en el transcurso de su vida. Para hombres hispanos y negros que tienen relaciones sexuales con otros hombres, la tasa de diagnóstico es de uno en cada 4 y uno en cada dos respectivamente.
La comunidad transgénero ha sido afectada especialmente por la epidemia a pesar de conformar una pequeña parte de la población estadounidense. Si bien se necesita más información para entender el impacto de VIH en la comunidad transgénero, un análisis internacional encontró que mujeres transgénero en ciertas comunidades son 49 veces más propensas a vivir con VIH que el resto de la población. Aunque la prevalencia del virus en los hombres transgénero es relativamente baja (0-3%) según el CDC, algunos datos indican que estas personas pueden correr un alto riesgo de contraer el virus.
En la mayoría de estados es perfectamente legal discriminar contra una persona basándose en su orientación sexual o identidad de género en uno o más aspectos de su vida incluyendo empleo, vivienda e instalaciones públicas. No existen protecciones explícitas contra la discriminación basadas en la orientación sexual o la identidad de género a nivel federal.
Afrontar con las consecuencias del prejuicio y discriminación, como la pérdida de empleo, el desamparo y la falta de seguro médico, a menudo resulta en acciones y comportamientos que facilitan la propagación de VIH. Por ejemplo, frente a la persistente discriminación en centros de trabajo, muchas mujeres transgénero se quedan con pocas opciones laborales y se dedican al trabajo sexual para sobrevivir y satisfacer sus necesidades básicas. De acuerdo a una encuesta de más de 27,000 personas transgénero de 2015, “la tasa de diagnóstico de VIH fue…cinco veces más alta en las personas que habían participado en trabajo sexual en un momento de sus vidas” que en aquellas que no participaron.
El prejuicio anti-LGBTQ+ fomenta la propagación de VIH al desalentar a muchos en nuestra comunidad a hacerse la prueba o tratar el virus por temor a la intimidación. Una encuesta de la organización Kaiser Family Foundation de 2014 sobre hombres gais y bisexuales en EE.UU. encontró que 15% de ellos habían recibido tratamiento médico inadecuado en respuesta a su orientación sexual y, al menos 30% no se sintieron cómodos al hablar sobre su sexualidad con los doctores. Para jóvenes gais y bisexuales, quienes están comenzando a explorar su sexualidad, la homofobia y otras formas de prejuicio anti-LGBTQ+ ayudan a explicar por qué tantos jóvenes en nuestra comunidad no están conscientes de su estado de VIH.
Dichos niveles desenfrenados de arbitrariedad anti-LGBTQ+ son particularmente preocupantes cuando tan pocas personas que viven con el virus en EE.UU. parecen tener el virus bajo control. De los 1.2 millones de personas que viven con VIH en el país en 2011, solo el 30% habían tomado sistemáticamente sus medicamentos y fueron capaces de reducir la cantidad del virus en sus cuerpos a niveles indetectables. Aunque es indetectable, una persona que vive con VIH se mantiene en buen estado de salud y no puede transmitir el virus a su pareja. Existen opciones preventivas (como condones o la profilaxis pre-exposición-PPrE) para aquellos que estén en relaciones donde una de las personas no es aún indetectable.
Después de décadas de financiamiento inadecuado, la infraestructura de salud pública de nuestra nación carece de recursos necesarios para responder agresivamente a la epidemia de VIH y sida. Este arreglo ha sido devastador para los miembros de la comunidad LGBTQ+, ya que la escasa ayuda financiera que existe para la prevención, tratamiento y cuidado de VIH no se ha centrado en las comunidades más impactadas por el virus. El Programa Ryan White Care, por ejemplo, ha sido financiado de forma horizontal (es decir, sigue igual) desde su reautorización en 2009 a pesar de que un número creciente de personas que viven con VIH en EE.UU. depende y confía en su apoyo médico y social.
Programas estatales y federales han sido obstruidos por decisiones políticas basadas en ideologías en vez de en la ciencia, como la asignación de más de mil millones de dólares a programas de educación de abstinencia sexual sin éxito o la promulgación de la anticuados estatutos de criminalización de VIH. En más de 30 estados, las personas que viven con el virus pueden ser juzgadas y encarceladas simplemente porque una persona le acusa de ocultar su estado de VIH. No hay prueba de que estas leyes funcionan; son contrarias a la salud pública perpetuando el estigma y disuadiendo a la gente de hacerse la prueba o tratamiento de VIH.
Grandes avances de prevención, tratamiento y atención de VIH han puesto a una generación libre de sida a su alcance. Las pruebas de VIH son más rápidas y fiables que nunca antes, los medicamentos son más seguros y efectivos; ahora existen muchas formas de prevenir la propagación de VIH, incluyendo condones y profilaxis previa a la exposición (PPrE). Esta última es una estrategia preventiva de propagación del virus que implica tomar una pastilla diaria llamada Truvada. Cuando se toma según la prescripción, PPrE es segura y altamente eficaz en prevenir que las personas se vuelvan seropositivas.
La nación vio un enorme progreso en la lucha contra VIH bajo el expresidente Barack Obama, cuya Estrategia Nacional de VIH y Sida llamó explícitamente la atención de hombres gais y bisexuales y mujeres transgénero por primera vez. El presidente Obama firmó también el Affordable Care Act que, entre otras cosas, prohíbe a las compañías de seguros negar un seguro de salud a las personas basándose en una condición preexistente como VIH y expande la cobertura de Medicaid para incluir a personas de bajos recursos viviendo con el virus.
Este recurso no sustituye el consejo médico profesional y los ejemplos mencionados no aplican a todas las situaciones. Le invitamos a buscar recursos adicionales de otras comunidades partidarias y a que converse con un profesional de la salud antes de tomar cualquier decisión médica. Haga clic aquí para saber más sobre nuestro trabajo para acabar con la epidemia de VIH y sida.
Actualizado: febrero de 2017
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